11 julio 2012

Y aquí estoy, una vez más, justo después de un año, escribiendo en mi blog. Han pasado tantas, tantísimas cosas desde la última vez que escribí una entrada... que ya ni recuerdo como era todo antes.

Para empezar, como no... estoy hecha una real mierda. Acabo de salir de una relación... otra vez; una relación que no puede considerarse ni eso. Solo duró dos meses reales, pero en verdad todo empezó en octubre, ese octubre de 2011 que lo cambió todo. Le conocí. Era tan guapo... tenía unos ojos increíbles, negros y profundos, grandes. Creo que será lo único que no podré olvidar nunca... su mirada. Sentía que podía atravesarme con ella. Se interesó por mí, e hizo lo que todo el mundo en estos tiempos hace: me agregó a una red social. Hablábamos y hablábamos. ¿Lo mejor? Estaba en mi mismo instituto. Justo en la clase de enfrente. Podía verle todos los días, y más ganas tenía cuando él mostraba su interés por mí yendo a dar conmigo. Buscándome en los recreos. Bromeando, riendo, haciendo tonterías... era todo tan perfecto. Era todo tan mágico. Llegó el zenit cuando comenzamos a salir. Él era diferente, y una de las cosas que me encantaban era que teníamos miles de cosas en común, gustos en común: música, anime, videojuegos, formas de pensar... era tan...extraño todo. Tan perfecto, que parecía imposible. Que ingenua fui. Claro que era imposible. Me vine a dar cuenta cuando a las 3 semanas se acabó. La relación más corta que había tenido nunca, sobretodo porque antes que esa solo había tenido una. Su decisión me rompió. No se veía preparado para seguir. Incluso su forma de romper conmigo fue confusa, no le entendía. Seguía tratándome igual. Fue un "quiero, y no puedo", como si no quisiera romper. Como si se viera obligado a hacerlo. Pero se acabó.

Yo no pude olvidarle, le veía todos los días y eso me dolía aún más. No podía soportar la incertidumbre y las dudas por la forma en la que me dejó y las razones para ello. Gracias a un amigo, me decidí a quedar con él a solas. Él aceptó sin dudarlo. Volví a ver al chico de mis sueños... que hasta hacía unas semanas había sido mio. Más confusiones, más comportamientos dudosos, más intenciones extrañas... y reducir las distancias. El quedar con él en vez de despejarme dudas, me creó muchas más. Di tiempo a asimilarlo, y a las dos semanas me dijo él de vernos. Todo empezó ahí de nuevo. Cada vez que nos veíamos reducíamos cada vez más las distancias, acabábamos haciendo cosas que no debíamos, dudas por todas partes, confusiones, impotencia... al final me cansé, pensé que jugaba conmigo, y varias veces después de quedar, le dije que me explicara qué quería, que me aclarara qué pensaba y qué intenciones tenía... me dijo que no lo sabía, que tenía que pensar, que no quería volver a hacerme daño y volver a, palabras textuales, "cagarla" otra vez. Esperé... varias semanas más. Volvió a decirme de salir. Acepté. Después de una tarde entera de risas, bromas, diversión, tonterías... y de todo, TODO lo perfecto que podía llegar a ser estar con él, se acercó a mí... le paré. Le dije que no podía hacer eso... me preguntó el por qué. Le comenté que si era eso lo que él quería... y me contestó que ya lo había pensado, y que quería volver a salir conmigo. Vi los cielos abiertos. No podía creerlo. Acepté volver a salir con el chico de mis sueños... qué ingenua fui de nuevo. Ingenua al no darme cuenta de que los sueños no son eternos, que era demasiado perfecto para mi, demasiado bonito para ser verdad...

Duramos dos meses a partir de ahí. Dos meses increíbles, impresionantes... todo era extrañísimamente perfecto, me encantaba verle sonreír, como se comportaba conmigo, sus bromas, las cosas nuevas que aprendí de él...

Empecé a sopesar más lo malo que lo bueno. Él tenía muy poco tiempo libre, y tenía que administrarlo bien para poder hacer todo lo que él quería. Yo no podía soportar verlo solo una vez a la semana. Le insistí. Llegué a mi límite en una de las ocasiones y se lo dije. Él se agobió. Decidió acabar... una vez más.

Se terminó el sueño.




Ahora no dejo de pensar en todos los momentos buenos que pasé con él, cuando yo era feliz, cuando incluso podía hasta contagiar mi felicidad a los demás, o ser extremadamente cansina por mi estado de bienestar. Todo era... tan... inexplicablemente indescriptible. Me cuesta tanto olvidarle... supongo que es porque realmente yo no quería que lo que tenía con él se acabara. Pero todo lo bueno se acaba, y nada dura eternamente.

Como una frase que oí una vez, que decía algo así como: 




"El amor es una guerra en la que siempre pierde el que más quiere."